El presidente Nayib Bukele se encamina a la reelección en los comicios del domingo en El Salvador con una abrumadora popularidad, pero acusado de abusos en su "guerra" antipandillas, autoritarismo y maniobras ilegales para mantenerse en el poder.
Gracias a su controvertida ofensiva contra las pandillas, El Salvador redujo a mínimos históricos los asesinatos (2,4 por cada 100.000 habitantes, según cifras oficiales) tras haber sido uno de los países del mundo con mayor violencia criminal.
Las pandillas, a las que Bukele atribuye unas 120.000 muertes desde que acabó la guerra civil en 1992, controlaban barrios y ciudades enteras, aterrorizando a la población.
Bajo un régimen de excepción vigente desde marzo de 2022, policías y militares detuvieron a unas 75.000 personas.
Amante de los golpes de efecto, Bukele mostró a miles de pandilleros tatuados, en ropa interior blanca, rapados y encadenados, en la moderna cárcel que inauguró hace un año con capacidad para más de 40.000 reos, la más grande de América Latina.
Organizaciones como Amnistía Internacional denuncian "arrestos arbitrarios", "torturas" y "muertes de presos". Unos 7.000 fueron liberados tras ser hallados inocentes.
Pero el presidente ignora las acusaciones de violación de derechos humanos: "Nuestro país cambió, eso nadie lo puede negar", dijo en un video en X.
"Autocracia cool"
Bukele tiene una intención de voto de 70% a 80% según las encuestas. Sus adversarios del izquierdista Frente Farabundo Martí (FMLN), Manuel Flores, y de la derechista Alianza Republicana Nacionalista (Arena), Joel Sánchez, menos del 5%.
Su partido Nuevas Ideas tiene holgadamente la mayoría calificada con 56 de 84 diputados, y el domingo pondría aniquilar a la oposición. Tras una reforma del Congreso, se elegirán 60 escaños.
Tras romper en 2019 con tres décadas de bipartidismo al imponerse con un 53% de los votos, Bukele lleva ahora al país a un "sistema de partido hegemónico", opinó Álvaro Artiga, politólogo de la Universidad Centroamericana (UCA).
Señalado por sus críticos de autócrata, controla el Congreso, la justicia, la fiscalía y el resto de instituciones estatales. Sarcástico, se describe como un "dictador cool".
Su camino a la reelección quedó abierto con un fallo de la Sala Constitucional renovada por el Congreso, que interpretó a su favor la Carta Magna que le prohibía volver a ser candidato a la presidencia.