Zainab al-Zein se vio obligada a tomar una decisión desesperada: alimentar a su hija con alimentos sólidos que su cuerpo no podía digerir o verla morir de hambre por la falta de leche de fórmula en la sitiada Franja de Gaza.
La guerra entre Israel y Hamas, el grupo que gobierna de Franja de Gaza, ha desencadenado una catástrofe humanitaria y la escasez de los productos más básicos. Entre los más afectados están los bebés, los niños pequeños y sus padres, ya que los pañales y la fórmula son muy difíciles de encontrar o alcanzan precios inasequibles, lo que lleva a los progenitores a buscar alternativas inadecuadas o incluso poco seguras.
Su difícil situación se complica aún más debido a las esporádicas entregas de ayuda, obstaculizadas por las restricciones israelíes y los constantes combates.
Los palestinos desplazados se hacinan en zonas cada vez más reducidas del pequeño enclave costero, lo que provoca brotes de enfermedades a las que los niños desnutridos son especialmente vulnerables. Naciones Unidas dice que la población corre un riesgo inminente de hambruna, y que una cuarta parte de los 2,3 millones de habitantes del territorio ya se están muriendo de hambre.
Para los palestinos que viven en condiciones cada vez más duras, los actos más básicos como cambiarle el pañal a un niño se han convertido en un lujo que puede requerir sacrificios.
La ayuda no llega a todo el mundo y la escasez de los productos básicos ha disparado los precios. Con la economía de Gaza diezmada, pocos palestinos tienen ingresos regulares y la mayoría están agotando sus ahorros o viviendo a base de ayudas.
En improvisados puestos callejeros, los niños más mayores venden pañales sueltos por entre 3 y 5 shekels (entre 1 y 1,5 dólares) o paquetes enteros por 170 shekels (46 dólares). Antes de la guerra, un paquete costaba 12 shekels (3,50 dólares).
Algunos padres utilizan pañales de tela, pero hay que lavarlos con agua, algo que también escasea.
La guerra, provocada por el letal ataque lanzado por Hamás el 7 de octubre sobre el sur de Israel, ha causado una destrucción inimaginable, con más de 27.000 palestinos muertos y cerca de 67.000 heridos en la ofensiva israelí, según las autoridades sanitarias gazatíes.
El conteo del Ministerio de Salud en Gaza, controlado por Hamás, no distingue entre víctimas civiles y combatientes, pero indica que dos tercios de los fallecidos son mujeres y menores. Israel culpa al grupo del alto número de fallecidos porque dice que opera en zonas residenciales.
El ataque transfronterizo de Hamás dejó alrededor de 1.200 muertos, en su mayoría civiles, y unas 250 personas fueron tomadas como rehenes.
La falta de pañales se ha sumado a las malas condiciones sanitarias para los 1,7 millones de palestinos desplazados por los combates, muchos de los cuales se hacinan en albergues desbordados.
La agencia de la ONU para la infancia, UNICEF, dijo esta semana que la mayoría de los desplazados tienen apenas uno o dos litros (entre 50 y 67 onzas) de agua al día para beber, cocinar y asearse, y apuntó que la diarrea crónica entre los niños va en aumento.
Según UNICEF, la ayuda que se reparte en el territorio no cubre las vastas necesidades existentes.
La agencia estima que 20.000 bebés de hasta seis meses necesitan leche de fórmula, que ha distribuido junto a otros artículos de primera necesidad como pañales y dinero en efectivo.