Salario mínimo, consensos y necesidad de aumentar montos. En el punto más complejo de la pandemia provocada por la covid-19, poco más de 300 mil trabajadores experimentaron por vez primera la suspensión de sus contratos. La incertidumbre ahogó miles de hogares, se activaron planes de emergencia y se procuró sobrevivir. Simplemente teníamos que aguantar.
Hoy, entrando el mes 18 de esta terrible pesadilla, el número de contratos suspendidos anda por aproximadamente 80 mil. Eso no quiere decir, ni remotamente, que se han reactivado 220 mil contratos. Más bien producto del confinamiento que acabó con miles de empresas generadoras de empleo lo que estamos viviendo hoy día es el nivel de desempleo más alto desde finales de la década de 1980.
Ante la imposibilidad de mantener subsidios andando por siempre, encaramos momentos complejos en la revitalización de sectores totalmente devastados como lo son el turismo o la construcción. Pero el panorama se complica aún más porque ya existe un pliego de unos 160 puntos a discutir en los próximos meses entre empleadores y empleados para redefinir el salario mínimo en convención colectiva 2022-2025.
Desde nuestra perspectiva, los salarios, como precios que son, se rigen por las leyes ineludibles de la oferta, la demanda y de la utilidad marginal. Es un hecho irrefutable, que al ser los salarios un precio (digan lo que digan los laboralistas), la Historia –lo empírico– está plagada de evidencias que señalan que los intentos por fijar precios por sobre los de mercado sólo conducen al despilfarro de recursos.
Representantes del Sindicato único de trabajadores de la construcción y afines (SUNTRACS) han plasmado la necesidad de elevar el salario mínimo en un 7.5% por temas asociados al aumento del costo de la vida, primordialmente. En medio de una de las peores crisis económicas que hemos vivido, nos preguntamos ¿qué fuerza mística impedirá que un aumento en el precio que pagamos por el trabajo evite una disminución en la demanda por ese servicio generando más desempleo que el que ya enfrentamos?
Ojalá el diálogo entre empleadores y empleados esté lleno de tolerancia y paciencia. Vemos altamente probable que no se lleguen a acuerdos y que el Ministerio de Trabajo tenga que tomar esta delicada decisión. Sólo nos queda esperar y orar por sensatez para evitar decisiones que acarreen más dolor para la ya golpeada clase trabajadora.