El criminólogo Julio Alonso recuerda que Panamá mantiene desde hace años un rango de entre 500 y 600 homicidios anuales, un promedio que se ha sostenido desde el pico histórico del 2009. Sin embargo, detrás de esa aparente estabilidad operan factores que cambian por ciclos: la economía, la presión del narcotráfico, la actividad de pandillas, la presencia de carteles internacionales y la capacidad del Estado para prevenir y reaccionar.
Estadísticas de criminalidad en Panamá
Aunque desde el Gobierno suele hablarse del “crimen organizado” como la causa de la mayoría de los homicidios, Alonso lo considera una simplificación peligrosa. Detalla que aproximadamente un 31% de los casos proviene de rivalidades entre bandas, un 18% responde a crímenes pasionales y alrededor del 13% se relaciona con violencia colateral, como asaltos o balaceras en sitios concurridos.
También entran en esta ecuación los feminicidios y otros hechos que no guardan relación directa con redes delictivas. Por eso recalca que no se puede atribuir un homicidio al crimen organizado apenas horas después del hecho.
Escenarios violentos que levantan alarmas
Casos recientes, han generado inquietud en la población. Alonso asegura que Panamá no está imitando modelos criminales externos, pero sí está transitando caminos que otros países ya recorrieron. Cita a Colombia, México y Ecuador para explicar cómo fenómenos asociados al narcotráfico transformaron sus dinámicas de violencia.
Aun así, Panamá sigue siendo un “paraíso logístico” para los narcotraficantes: un lugar para reunirse, mover dinero y coordinar envíos sin necesidad de escalar la violencia.
El criminal de hoy: menos estereotipos, más estrategia
El perfil del delincuente ha cambiado radicalmente. Ya no son los jóvenes con tatuajes visibles, pantalón a la cadera y señales de pandilla. Hoy, muchos criminales funcionan como empresarios: tienen salones de belleza, bares, cantinas, negocios formales e incluso estudios universitarios financiados por las propias organizaciones.
Este nuevo modelo hace que sean más difíciles de identificar. Son personas que hablan bien, se mueven en círculos profesionales y mantienen una imagen pública que no despierta sospechas.
La convergencia criminal: cuando el delito toca la política
Alonso advierte que algunas organizaciones criminales buscan acercarse a actores políticos para proteger sus operaciones. Patrocinios de campañas, favores, compras de influencia: un fenómeno común en otros países y que también tiene presencia en Panamá. Negarlo, dice, sería ingenuo.
Células más cerradas y técnicas más avanzadas
Las estructuras actuales ya no son piramidales. Funcionan como células compartimentadas donde nadie conoce a toda la organización. Esta separación dificulta el trabajo policial y permite que el sistema sobreviva aunque una parte caiga.
A eso se suma que muchos grupos criminales han adoptado métodos de inteligencia, vigilancia y contrainteligencia aprendidos de las fuerzas de seguridad, incluso reclutando a expolicías o funcionarios con problemas económicos.
El poder del dinero y la vulnerabilidad humana
El criminólogo no duda en afirmar que el dinero sigue siendo el motor más efectivo del crimen. En un país con alto costo de vida y salarios públicos que no siempre alcanzan, especialmente para quienes enfrentan riesgos constantes, la tentación es fuerte. Esa vulnerabilidad abre puertas a la infiltración y la corrupción.
Cifras de homicidios estables, crímenes más sofisticados





