“De cero a dos años, cero pantalla.” Así de tajante es la recomendación de la especialista en psiquiatría Juana Herrera, quien advierte que la exposición temprana a dispositivos electrónicos está afectando el desarrollo neurológico de los niños y, más adelante, alimentando conductas adictivas, especialmente en jóvenes y mujeres, donde el uso excesivo de pantallas se combina con factores emocionales y sociales que aumentan la vulnerabilidad a distintas formas de dependencia.
“Necesitamos que las interconexiones cerebrales funcionen, que se desarrollen. Si un niño solo usa un dedito para deslizar en una pantalla, no está ejercitando su motricidad fina ni su capacidad cognitiva. Necesita tocar, rodar, jugar, interactuar”, explica Herrera. “Necesitamos que las interconexiones cerebrales funcionen, que se desarrollen. Si un niño solo usa un dedito para deslizar en una pantalla, no está ejercitando su motricidad fina ni su capacidad cognitiva. Necesita tocar, rodar, jugar, interactuar”, explica Herrera.
Según la especialista, los estímulos que ofrecen los dispositivos luces, sonidos, gratificación instantánea son altamente adictivos.
“Hay mucho ruido, muchos colores, pero poco aprendizaje. Se genera una necesidad constante de estímulo externo”, añade. “Hay mucho ruido, muchos colores, pero poco aprendizaje. Se genera una necesidad constante de estímulo externo”, añade.
Las recomendaciones son claras para uso de pantallas en la infancia:
“Lo importante no es dejar al niño frente a la pantalla para tenerlo tranquilo, sino acompañar, interactuar y ayudarle a entender lo que ve. La presencia del adulto es clave”, enfatiza. “Lo importante no es dejar al niño frente a la pantalla para tenerlo tranquilo, sino acompañar, interactuar y ayudarle a entender lo que ve. La presencia del adulto es clave”, enfatiza.
BITE 4 EN CONTEXTO - 24OCT
Mujeres y adicciones: un reflejo del malestar emocional
El impacto del entorno digital no se queda en la infancia. En su experiencia en el Instituto de Salud Mental (INSAN), Herrera señala que cada vez más mujeres jóvenes presentan conductas adictivas vinculadas al alcohol, la tecnología y otras sustancias.
“Este año tuvimos 19 mujeres versus más de 100 hombres que culminaron el programa de rehabilitación. Pero eso no significa que haya menos mujeres con problemas, sino que muchas aún no buscan ayuda”, señala. “Este año tuvimos 19 mujeres versus más de 100 hombres que culminaron el programa de rehabilitación. Pero eso no significa que haya menos mujeres con problemas, sino que muchas aún no buscan ayuda”, señala.
BITE 3 EN CONTEXTO - 24OCT
Las edades más frecuentes entre las mujeres que atienden van de los 19 a los 35 años, aunque también llegan casos de mayores de 60.
“Vemos jóvenes que buscan escapar de la soledad o del estrés, y mujeres adultas que después de años sin consumir, recaen o empiezan a hacerlo. Hay una carga emocional profunda detrás”, explica. “Vemos jóvenes que buscan escapar de la soledad o del estrés, y mujeres adultas que después de años sin consumir, recaen o empiezan a hacerlo. Hay una carga emocional profunda detrás”, explica.
La especialista recuerda que las adicciones no nacen de la nada: “Hay factores genéticos, emocionales y sociales. Por ejemplo, las hijas de padres alcohólicos tienen hasta cuatro veces más probabilidades de desarrollar alguna adicción”.
BITE 1 EN CONTEXTO - 24OCT
Más conectadas que nunca, pero más solas
Herrera lanza una frase que resume el dilema de nuestra era digital: “Más conectados que nunca, más desconectados que siempre.”
Detrás de los likes, las videollamadas y las horas frente a pantallas, se esconde un fenómeno preocupante: la pérdida del contacto real.
BITE 2 EN CONTEXTO - 24OCT
“Podemos tener miles de seguidores, pero sin interacción emocional. Y eso afecta la forma en que los niños y adultos se relacionan, resuelven problemas o manejan la frustración”, afirma. “Podemos tener miles de seguidores, pero sin interacción emocional. Y eso afecta la forma en que los niños y adultos se relacionan, resuelven problemas o manejan la frustración”, afirma.
El reto, dice, está en volver a lo básico: el vínculo humano, la conversación, el juego y los límites. “No se trata de satanizar la tecnología, sino de aprender a usarla con conciencia. Queremos personas sanas, que puedan responder a los desafíos de la vida real, no solo a las notificaciones del celular.”