Impulsados por la crisis climática, los defensores de la energía nuclear, empezando por el jefe del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA), vinieron a promover sus méritos a la COP26 de Glasgow. "No éramos bienvenidos, pero eso ha cambiado", manifestó.
En los años posteriores al accidente nuclear de 2011 en la central japonesa de Fukushima, hubo una creciente reticencia pero ahora "han cambiado las tornas", asegura.
En el contexto del cambio climático, gana importante el argumento sobre sus bajas emisiones de CO2, vinculadas principalmente a la extracción del uranio y al hormigón para las centrales.
"La energía nuclear es parte de la solución al calentamiento global. No es una panacea, puede que no sea para todos, pero ya proporciona más del 25% de la energía limpia".
"Sin ella, no lo conseguiremos", defiende Grossi, abanderado de esta causa desde que asumió el cargo en diciembre de 2019.
"Mi primera COP26 fue en Madrid", a finales de aquel año, recuerda. "Fui allí a pesar de la idea generalizada de que la energía nuclear no sería bienvenida. Ahora, no sólo no es mal recibida, sino que despierta gran interés", agrega.
- Reactores centenarios -
En la COP26 en Glasgow, se entrevistó con ministros y otros responsables, explicando que estas tecnologías pueden sustituir a los combustibles fósiles.
El átomo conlleva grandes riesgos: accidentes, complicado almacenamiento y tratamiento de residuos altamente radiactivos durante miles de años, costes elevados... todos ellos argumentos que movilizan en su contra a varias oenegés.
Pero Grossi defiende que las críticas hacen aguas.
"Hay que ver los hechos", dice. "En Francia representa más del 70% (de la electricidad), en Estados Unidos el 20%, en Rusia lo mismo... La energía nuclear nunca se detiene, sirve de complemento con otras fuentes, incluidas las renovables", argumenta.
En su opinión, "los accidentes son raros, y si se miran las estadísticas en términos de consecuencias, muy por debajo de lo que generan otras fuentes de energía".
Pero, ¿podrían desplegarse nuevos reactores con suficiente rapidez para reaccionar al cambio climático?
El argentino defiende que "hemos de empezar por preservar los existentes".
Pero ¿hasta cuándo pueden prolongarse? "Estamos viendo centrales previstas para 60 años con las normas más estrictas aplicadas por los reguladores nacionales y supervisadas por el OIEA", señala. "¿Qué puede ser más eficaz que un equipo que le abastezca durante casi cien años?", se pregunta.
"Cuando digo cien, es un poco una provocación, pero tal vez no, porque bien podría ser el caso", agrega poniendo el ejemplo de la central de Beznau, la más antigua de Suiza, que se puso en marcha en los años 1960.
En los pasillos de la COP26 en Glasgow, los activistas de "Nuclear for Climate" -algunos de ellos profesionales del sector- se hacen oír.
"¡Hablemos de energía nuclear!", dice la camiseta azul de Callum Thomas, observador británico en las negociaciones en nombre del Foro Industrial Atómico de Japón.
"Muchos ve que los precios del gas se cuadruplican y se plantea la viabilidad de la energía nuclear", afirma.
- ¿Para todos? -
El mundo está tan atrasado en sus objetivos climáticos y en la transición energética para eliminar los hidrocarburos que el argumento nuclear puede ser muy poderoso. Algunos científicos así lo defienden.
En la mayoría de escenarios del Panel Intergubernamental de expertos de la ONU sobre el Cambio Climático (IPCC) para limitar el calentamiento a +1,5°C, la proporción de energía nuclear ha aumentado, aunque también advierten que su despliegue "puede verse limitado por las preferencias de la sociedad".
Los países están divididos al respecto. Alemania se opone mientras Francia lo defiende, China tiene el mayor número de reactores del mundo y la Unión Europea se debate sobre si incluirlo en su clasificación de inversiones "sostenibles".
Muchas instituciones tampoco financian proyectos nucleares, como el Banco Mundial, visitado recientemente por Grossi, en cuya opinión, pese a sus costes, todo el mundo puede aspirar a la energía nuclear.
En la COP26 en Glasgow, "países en desarrollo, en particular, vinieron a pedirnos ayuda", afirman.
"Los países ven las unidades pequeñas como una alternativa interesante, que implica cientos de millones (de dólares) y no miles de millones", explica, proponiendo también "programas por etapas" para acompañar a los recién llegados.
Canadá y Estados Unidos ya desarrollan pequeños reactores modulares, o SMR por sus siglas en inglés, aunque de momento solo Rusia ha abierto una central flotante utilizando esta tecnología.