Los debates entre aspirantes a alcanzar la jefatura del Estado constituyen una oportunidad magnífica para identificarlos y conocer sus respectivas propuestas electorales. En el país van en vías de institucionalización, puesto que el Artículo 234 del Código Electoral asigna al Tribunal Electoral la responsabilidad de promover dos encuentros de estas características, con el fin de incentivar la participación ciudadana en el acto más trascendente de la democracia: el ejercicio del sufragio como voto informado. El primero de ellos tuvo lugar la semana pasada, teniendo como anfitrión a la Universidad de Panamá.
Antes de la aparición de los debates en los ámbitos democrático y político, los candidatos no estaban expuestos al escrutinio directo de sus potenciales votantes. Hoy lo están en virtud de ser transmitidos “en vivo y en directo”, en cadenas nacionales de televisión y radio, así como a través de las redes sociales en Internet.
En cierto modo, esta comparecencia personal puede mostrar el carácter de los aspirantes a convertirse en mandatarios, porque la sinceridad, la honestidad y la transparencia son perceptibles para la audiencia respectiva y los televidentes. De esa percepción depende, en gran medida, la credibilidad que obtenga el candidato como balance final del debate.
Se puede decir que, mediante este ejercicio, los candidatos pasan al tablero para mostrar: conocimiento acertado de los temas acerca de los cuales se les pregunta; comprensión cabal y abarcadora de los asuntos generales y específicos del país; visión certera del entorno global y, muy especialmente, capacidad para resistir y reaccionar frente a presiones inmediatas.
Más que esperar que los expositores se enfrenten a diatribas entre sí o repartan culpas por doquier, los ciudadanos aspiran a encontrar en estos debates al estadista que sepa interpretar sus aspiraciones y pueda presentar fórmulas viables, realistas y concretas para alcanzarlas.
FUENTE: Redacción ECO