“En Panamá se ha vuelto normal que en temporada lluviosa haya niños fallecidos yendo o regresando de la escuela”, lamentó Nivia Rossana Castrellón, presidenta de FUDESPA, al presentar el informe Educación Mortal, un estudio sobre los ahogamientos infantiles ocurridos en comunidades de la comarca Ngäbe Buglé.
Según Castrellón, los registros oficiales son apenas una parte de la historia. “Hay un subregistro muy importante. En comunidades apartadas o durante la pandemia pudieron haber ocurrido más casos que no se documentaron”, explicó.
El estudio muestra que el 60% de las víctimas tenía entre 5 y 12 años, y otro 20% entre 13 y 17. En 2025, todos los casos reportados corresponden a niñas. “Una sola vida perdida ya es una tragedia. Y no podemos normalizar estas cifras”, insistió Castrellón.
Ríos que causan muertes y ahogan sueños
Las comunidades más afectadas se ubican a orillas del río Cricamola, en el área de Bocas del Toro dentro de la comarca. Entre ellas destacan Piedra Roja y Camarón Arriba, además del distrito de Mironó.
“El Cricamola se ha cobrado al menos nueve vidas en los últimos años”, detalló Castrellón, subrayando que la geografía del lugar ríos cortos, caudalosos y propensos a cabezas de agua agrava el peligro. Las víctimas son, en su mayoría, estudiantes que deben cruzar estos ríos para llegar a sus escuelas.
Urge prevención y presencia del estado
Para FUDESPA, la falta de medidas preventivas y de infraestructura segura ha sido una constante por más de dos décadas.
Castrellón recalcó la necesidad de una presencia más activa de SINAPROC y programas de capacitación comunitaria, además de alternativas educativas seguras como internados o clases a distancia.
También recordó que los docentes enfrentan riesgos similares. “Hay maestros que caminan horas o cruzan la cordillera en trayectos peligrosos. El sistema educativo en esas zonas opera sobre el sacrificio, no sobre la seguridad”, puntualizó.
El informe Educación Mortal pone cifras a una tragedia que durante años se ha silenciado o normalizado. Detrás de cada número hay una historia truncada por la falta de infraestructura, planificación y empatía estatal.
Castrellón lo resume sin rodeos, “Esto no es nuevo. Es una negligencia de hace 25 años. Pero que se haya vuelto costumbre no significa que esté bien.”




