El presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, ha comunicado este lunes que ha decidido seguir al frente del Ejecutivo “con más fuerza si cabe” tras el periodo de reflexión que se ha tomado en los últimos días ante lo que considera una campaña de acoso y derribo contra él y contra su esposa.
El jefe del Ejecutivo ha hecho hincapié en que su decisión “no supone un punto y seguido”.
Para Sánchez, solo hay una manera de revertir “esta situación” y es que la mayoría social “como ha hecho estos cinco días se movilice en una apuesta decidida por la dignidad y el sentido común poniendo freno a la política de la vergüenza que llevamos demasiado tiempo sufriendo”.
“Qué tipo de sociedad queremos tener”
Ha subrayado que el paso que ha dado es por motivos personales, pero son -ha dicho- motivos que todo el mundo puede entender y sentir como propios porque “responden a valores troncales de una sociedad solidaria y familiar como es la española”.
Y ha asegurado que esto no va del destino de un dirigente particular, eso -ha apuntado- es lo de menos. “Se trata de decidir qué tipo de sociedad queremos ser”, ha añadido antes de asegurar que España necesita una “reflexión colectiva” que ya ha empezado a hacer en estos cinco días.
Para Sánchez, España lleva “demasiado tiempo dejando que el fango colonice impunemente” la vida política, “contaminándonos de prácticas tóxicas inimaginables” hace apenas unos años.
Una movilización que ha reconocido que ha influido decisivamente en su determinación de seguir al frente del Gobierno.
Sánchez ha agradecido, además, de manera especial, a su “querido partido socialista” el apoyo de estos días y ha vuelto a apelar “a la conciencia colectiva de la sociedad española” para volver a ser “ejemplo e inspiración para un mundo convulso y herido”.
A su juicio, no merecería la pena seguir si la sociedad aceptara que la acción política permite el ataque indiscriminado a personas inocentes, si se consiente que la contienda partidista justifique “el ejercicio del odio, la insidia y la falsedad” y si se permite que “las mentiras más groseras” sustituyan el debate respetuoso y racional basado en evidencias.
“Por muy alto que sea -ha apostillado-, no hay honor que justifique el sufrimiento injusto de las personas que uno más quiere y respeta y ver cómo se intenta destruir su dignidad sin el más mínimo fundamento”.
Tras asegurar que su carta no obedecía a ningún cálculo político, ha reconocido que pudo desconcertar al mostrar un sentimiento que en política no suele ser admisible y ha subrayado que, a veces, la única forma de avanzar es detenerse, reflexionar y decidir con claridad por dónde se quiere caminar.
“He actuado desde una convicción clara. O decimos basta o esta degradación de la vida pública determinará nuestro futuro condenándonos como país”, ha advertido.