Apenas 400 mil personas han votado en las primarias republicanas de dos estados rurales. Pero tanto Donald Trump como Joe Biden ya se están presentando como los candidatos de sus partidos.
El equipo de Trump coincidió con la apreciación, aunque el propio expresidente seguía mostrándose furioso por la negativa de su rival Nikki Haley a darse por vencida.
Semejante jactancia es apenas una muestra de lo que serán los próximos 10 meses. Los dos partidos están montando operaciones políticas colosales respaldadas por miles de millones de dólares en publicidad para lo que se da por casi seguro: una revancha entre el actual presidente y su predecesor.
Es un enfrentamiento indeseado por muchos votantes y algunos funcionarios electos. Tanto Biden como Trump tienen fuertes detractores en sus propios partidos y debilidades políticas flagrantes. Pero ningún precandidato republicano en toda la historia ha ganado las dos primeras primarias, como hizo Trump, para luego perder la candidatura. Y Biden, que ganó la primaria demócrata en Nueva Hampshire sin siquiera aparecer en la boleta, enfrenta apenas una oposición simbólica.
En las próximas horas, Biden será el orador principal en un congreso del sindicato automotor UAW, buscando ganar el voto obrero en los cruciales estados indecisos del centro norte.
Trump viaja el viernes para hablar ante los republicanos en Phoenix, Arizona, un estado indeciso que Biden ganó por 10.000 votos en 2020.
Pero por más que el equipo de Trump quiera apuntar sus cañones hacia Biden, aún le queda una rival republicana por vencer.
El equipo de Haley juró seguir en la lucha por la candidatura, a pesar de la perspectiva inminente de una derrota vergonzosa en su propio estado de Carolina del Sur el 24 de febrero.
“Nueva Hampshire es primera en la nación. No es la última en la nación”, dijo Haley el martes antes de partir. “Esta campaña dista de haber terminado. Quedan docenas de estados”.