Querido Niño Dios: Te escribo esta carta no desde el escritorio de mi oficina en Panamá, sino desde el rincón de mi corazón donde guardo la esperanza de que los milagros existen, tal como creía cuando me iba a dormir con un anhelo esperando que nos visitaras de madrugada con los juguetes de la lista que entregué a mis padres.
Para este año que viene, mi primer deseo es ver a los papás y mamás de Panamá contentos. Sueño con un 2026 donde cada mañana, miles de despertadores suenen no para angustiar, sino para anunciar que hay empleo formal. Quiero ver a la gente salir de casa con su uniforme bien planchadito, con su seguro social al día y con la certeza de que, al final de la quincena, habrá pan en la mesa. Deseo que se acabe el miedo de no tener trabajo y que las oficinas y fábricas se llenen de risas y esfuerzo, construyendo un futuro donde nadie tenga que vivir de la informalidad o la incertidumbre.
También, Niño Dios, te pido que traigas muchas nuevas visitas a nuestra casa. Deseo que la inversión extranjera vuelva a mirarnos con ojos de amor y confianza. Que vengan personas de tierras lejanas, no solo de tránsito como los 18 millones que pasan por Tocumen, sino a quedarse, a construir, a sembrar sus semillas en nuestra tierra fértil. Que vean en Panamá ese lugar seguro y brillante donde vale la pena apostar, para que crezcan edificios, empresas, sueños, y para que el dinero circule como un río alegre que riega todos los jardines de nuestra economía.
Mejores días y más consenso
Y hablando de ríos, aquí viene mi petición más difícil, esa que requiere que nos des mucha valentía y que nos ilumines: te pido que nos des la sabiduría para cuidar a nuestro gigante: nuestro adorado Canal. Sé que le falta agua y que tiene sed, así como muchos panameños. Por eso, deseo que en el 2026 tengamos el coraje de tomar esas decisiones difíciles sobre la cuenca de Río Indio. Que dejemos de pelear y entendamos que, para que los barcos sigan cruzando y conectando al mundo, para tener aguar para tomar, para acceder a más oportunidades necesitamos darle agua a nuestro Canal. Ayúdanos a entender que el agua es vida y que, si la compartimos con inteligencia, alcanzará para que el Canal siga siendo nuestro orgullo y para que la gente también tenga qué beber.
Por último, Niño Dios, te pido luz para mirar hacia nuestras montañas y el tesoro que guardan. Te pido que nos ayudes a resolver el gran nudo de la operación minera en Panamá. Que dejemos atrás los gritos, la algarabía de noviembre de 2023, y encontremos la manera de encontrarnos con los sustentos que dan la evidencia científica, cuidando nuestro país y cuidándoos a nosotros mismos. Que tengamos la madurez para decidir sobre esa explotación, para que esa riqueza no se quede enterrada ni cause dolor, sino que se convierta en escuelas, hospitales y carreteras, respetando siempre a la madre naturaleza en un marco de justicia plena, sin 'madrugonazos', sin contratos inconstitucionales.
Niño Dios: regálanos un 2026 donde seamos valientes, trabajadores, sanos y sabios. Quiero ver a mi Panamá fuerte y feliz.




