15 de mayo de 2020
Las ballenas jorobadas realizan uno de los viajes migratorios más largos de cualquier mamífero en la Tierra. La población del hemisferio sur pasa sus meses de verano alimentándose en la Antártida y Chile y sus inviernos en las cálidas aguas tropicales del Pacífico del norte de América del Sur y América Central, hasta Nicaragua.
Desafortunadamente, sus movimientos a menudo coinciden con el tráfico de buques y pueden estar en riesgo de colisión constantemente, lo que puede provocar lesiones o la muerte. Años atrás, el investigador de STRI Héctor M. Guzmán dirigió un estudio que resultó en regulaciones internacionales para separar el tráfico de embarcaciones de las rutas de ballenas cerca del Canal de Panamá y en el sur de Costa Rica, lo cual debe reducir drásticamente las colisiones en estas áreas de reproducción.
"Diseñar e implementar Esquemas de Separación de Tráfico para Panamá y Costa Rica fue difícil, porque la Organización Marítima Internacional tenía que adoptar la medida", comentó Guzmán, quien también es el autor principal del nuevo estudio en Chile. "Se logró usando la información científica para explicar los movimientos de las ballenas en tiempo real y gracias al entendimiento y apoyo incondicional de ambos gobiernos".
El nuevo estudio, publicado en Marine Policy, se desarrolló en el sur de Chile, donde cada verano se alimentan alrededor de 100 ballenas jorobadas: una población lo suficientemente pequeña como para que las colisiones ocasionales con buques tengan consecuencias trascendentales. Al colocarles transmisores satelitales y rastrear a 25 ballenas durante distintos años y comparar sus movimientos con los de las embarcaciones que atraviesan el Estrecho, el equipo descubrió que, en promedio, cada ballena estaba cerca de un buque unas siete veces por temporada. Debido a los registros detallados de rastreo de ballenas, los investigadores pudieron demostrar que los animales diferían enormemente en la frecuencia con la que se encontraban con las embarcaciones: desde menos de 1 hasta 18 encuentros por temporada.
"Estudiar la variación entre ballenas es una característica novedosa", comentó Richard Condit, coautor y modelador del estudio. “Otros estudios que conozco solo consideraron el riesgo promedio de todas las ballenas, pero las ballenas con mayor probabilidad de sufrir colisiones son aquellas con un riesgo más alto que el promedio. Esta es una gran ventaja de rastrear individuos. Durante el período de estudio, la ballena marcada con la mayor tasa de encuentros fue encontrada muerta".
También notaron que la mayoría de los buques, grandes cargueros y tanqueros excedieron el límite de velocidad que el estudio recomienda cerca de este sitio de alimentación de ballenas.
"La población de jorobadas en el Estrecho aumentó casi 300% en 17 años, alcanzando entre 110 y 100 individuos en el 2016 y 2017 y luego disminuyó gradualmente a 65 individuos en el 2019", comentó Juan Capella, coautor e investigador de Whalesound (un proyecto de ecoturismo y ciencia en Chile). “Además, reportamos la muerte de seis jorobadas en 10 años, incluida una hembra juvenil durante nuestro estudio. Si consideramos que la mitad de esta población son hembras, una sola muerte representa el 3% de la población femenina en plena edad reproductiva”.
Aunque ya se han desarrollado recomendaciones internacionales para ayudar a reducir el riesgo de colisiones de buques con ballenas, los resultados de este estudio permitieron a los científicos proponer sugerencias de políticas adicionales que están alineadas con las circunstancias locales. Estas incluyen límites de velocidad dentro del Estrecho de Magallanes y un observador obligatorio a bordo de todos los buques comerciales durante la temporada de alimentación de ballenas.
FUENTE: Redacción ECO