Panamá, es un verdadero santuario de biodiversidad, alberga aproximadamente 4,380 especies de fauna, lo que lo posiciona como el segundo país más diverso de la región, solo después de México; sin embargo, esta abundancia peligra. Cada 3 de marzo se celebra el Día Mundial de la Vida Silvestre, una fecha para reflexionar.
Panamá también es hogar de especies endémicas, es decir, que no se encuentran en ningún otro lugar del mundo. Entre ellas destacan el perezoso pigmeo de Isla Escudo de Veraguas (Bradypus pygmaeus), el mono aullador de Coiba (Alouatta coibensis) y el perico de Azuero (Pirrhura eisenmanni); sin embargo, muchas de estas especies están al borde de la extinción; ejemplo de esto es la rana dorada (Atelopus zeteki), avistada por última vez hace más de 10 años en su estado natural en el área del Valle de Antón y la Reserva Biológica Altos de Campana. Hoy en día es una de las más amenazadas y se presume que actualmente, solo vive en cautiverio.
Cifras que alarman
Erick Núñez, jefe nacional del departamento de Biodiversidad, asegura que, la deforestación, los incendios forestales, el cambio de uso de suelo, agentes patógenos, la caza furtiva y el tráfico ilegal de especies han reducido considerablemente, las poblaciones de fauna silvestre. Datos del departamento de Biodiversidad de MiAmbiente indican que el 43% de los anfibios, el 34% de las aves y el 24% de los mamíferos en Panamá están en peligro de extinción. Adicionalmente, el cambio climático afecta la disponibilidad de hábitats y altera los patrones de migración y reproducción de muchas especies.
A fin de enfrentar estos desafíos, el MiAmbiente de Panamá lidera acciones de monitoreo utilizando tecnologías como cámaras trampa, drones con sensores infrarrojos, radio collares GPS y radios transmisores. Estas herramientas permiten rastrear especies clave y evaluar su estado de conservación en tiempo real. A su vez, se desarrollan proyectos de cooperación internacional centrados en la protección de jaguares, tortugas marinas y aves migratorias.
Una labor conjunta
Núñez, afirma que la conservación de la vida silvestre solo tarea de todos. “Cada ciudadano puede contribuir evitando la compra de animales silvestres, denunciando el tráfico ilegal, protegiendo los hábitats naturales y participando en programas de educación ambiental. La Ley de Protección de la Vida Silvestre ha fortalecido los mecanismos de conservación y ha reducido la extracción ilegal, pero la responsabilidad es compartida”, concluyó.