La democracia panameña no cayó del cielo ni se sostiene sola: es una construcción colectiva que exige memoria, lucha y compromiso ciudadano, Así lo recordó Aurelio Barría, líder de la Cruzada Civilista, al reflexionar sobre el periodo previo a la invasión de 1989 y los desafíos que aún enfrenta el país.
Uno de los puntos de quiebre ocurrió en 1987, tras las denuncias del entonces coronel Díaz Herrera contra la cúpula militar. Ese momento, explicó, sacudió a la sociedad panameña y generó una reacción ciudadana sin precedentes. Gremios empresariales, maestros, abogados, trabajadores, estudiantes universitarios y de secundaria se unieron para decir basta.
De ese proceso previo surgió el Movimiento Modelo, una plataforma ciudadana que buscaba garantizar elecciones libres y honestas en 1989, inspirada en experiencias internacionales como la de Filipinas. Ese movimiento se convirtió en la base organizativa de la Cruzada Civilista, que exigía, entre otras cosas, la separación del general Manuel Antonio Noriega mientras se realizaba una investigación independiente.
“La desobediencia civil no era lo ideal, pero era la realidad del momento”, afirmó Barría, al recordar que no existía libertad de expresión ni espacio para criticar al poder sin consecuencias. Arrestos, sanciones y censura formaban parte del día a día en un país donde no se elegía a los gobernantes por voluntad popular.
A más de tres décadas del retorno a la democracia, Barría reconoció avances importantes desde la toma de posesión del gobierno electo en 1990, encabezado por Guillermo Endara, Ricardo Arias Calderón y Billy Ford. Hoy existe mayor libertad para expresarse y cuestionar, pero advirtió que eso no significa que la democracia esté plenamente fortalecida.
Problematicas nacionales
Uno de los mayores déficits sigue siendo la administración de justicia. Barría fue crítico con la impunidad, las decisiones judiciales cuestionables y la debilidad institucional. “Sin justicia, la democracia es débil”, sentenció, señalando que no basta con votar: se necesita responsabilidad en el Ejecutivo, la Asamblea y el sistema judicial.
También puso el foco en los problemas estructurales que siguen afectando a la ciudadanía: educación, salud, seguridad, transporte, comunicación y, especialmente, el desempleo. Para el líder civilista, generar inversión y empleo es clave para que la democracia tenga sentido real en la vida de las personas.
Presente político
Barría fue claro al marcar la diferencia entre una dictadura y un sistema democrático: hoy los gobernantes son electos por votos, no por armas. Sin embargo, advirtió que eso no exime a la ciudadanía de su responsabilidad. “No podemos elegir por un pavo, un jamón o una bolsa de arroz”, señaló, en referencia al clientelismo y al uso político de los recursos públicos.
Finalmente, hizo un llamado a rescatar los valores éticos y morales desde la casa y las escuelas, alertando sobre el desencanto de los jóvenes frente a una democracia que no siempre resuelve sus problemas.



