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"Paz total" de Gustavo Petro en Colombia avanza despacio

El gobierno de Gustavo Petro ha parecido percatarse de que se requerían cambios en la estrategia y a fines de noviembre renovó jefatura del Comisionado de Paz.

Associated Press
Por Associated Press

La búsqueda de una “paz total” en Colombia —con diálogos simultáneos con grupos ilegales y bandas urbanas— se ha vuelto un camino espinoso, con algunos avances, pero más lento de lo que el presidente Gustavo Petro había anticipado. A más de un año de su puesta en marcha, los logros más notorios se han dado en las mesas de negociación con la guerrilla Ejército de Liberación Nacional (ELN) y el Estado Mayor Central, la mayor disidencia de la extinta guerrilla Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).

Mientras que hay acercamientos incipientes con la disidencia Segunda Marquetalia y las Autodefensas Conquistadoras de la Sierra Nevada, de herencia paramilitar.

Sin embargo, analistas coinciden en que el espíritu de la política gubernamental de menguar la violencia se puede quebrar si no se avanza con el Clan del Golfo, el cártel de narcotráfico activo más grande del país.

“Es muy preocupante que el grupo más grande no haga parte del proyecto de paz total, eso significa que tienen mucho poder y pueden presionar al ELN, al EMC, a los urbanos y romper la lógica de este proyecto”, dijo a The Associated Press Elizabeth Dickinson, analista senior para Colombia del International Crisis Group. “Es muy preocupante que el grupo más grande no haga parte del proyecto de paz total, eso significa que tienen mucho poder y pueden presionar al ELN, al EMC, a los urbanos y romper la lógica de este proyecto”, dijo a The Associated Press Elizabeth Dickinson, analista senior para Colombia del International Crisis Group.

El peligro, explicó Dickinson, está en que quienes queden al margen de las negociaciones intenten cooptar los territorios y las economías ilegales que dejen los que sí están dialogando, repitiendo un ciclo de violencia que ya ocurrió cuando las FARC, la que fuera la guerrilla más antigua de Latinoamérica, firmó en 2016 un histórico acuerdo de paz y entregó las armas.

Aun así, es visto como un avance la instalación de la mesa de diálogo con el ELN hace un año y con el EMC hace un par de meses, con los que el Estado mantiene ceses del fuego bilaterales hasta enero próximo y que han manifestado su compromiso de suspender los secuestros con fines financieros.

En el futuro inmediato hay expectativa sobre si los ceses van a tener prórrogas y sobre todo si cambiará la estrategia de las negociaciones con los distintos grupos, exigiendo mayores muestras de voluntad de paz que disminuyan el excepticismo que aún tienen sectores de la población.

Milena Espinosa, de 62 años y dedicada a las labores del hogar, dijo a AP que desconfía de los diálogos que adelanta el gobierno porque les ha dado a los armados “demasiada libertad y están haciendo lo que quieren con los colombianos”. También espera muestras concretas sobre el cese de los secuestros: “aquí siempre pasa que ellos dicen que lo dejan de hacer, pero terminan haciéndolo ellos o los otros grupos. Desafortunadamente, nos sentimos tan inseguros... como hace años había sido”.

Adam Isacson, experto en Colombia en la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA), consideró que la política de paz está “avanzando de manera caótica” porque ve desorganización, improvisación y falta de claridad sobre planes y responsabilidades de mando y “siempre con la posibilidad de que todo cambie con un trino del presidente”.

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La búsqueda de una “paz total” en Colombia —con diálogos simultáneos con grupos ilegales y bandas urbanas— se ha vuelto un camino espinoso, con algunos avances, pero más lento de lo que el presidente Gustavo Petro había anticipado.

La búsqueda de una “paz total” en Colombia —con diálogos simultáneos con grupos ilegales y bandas urbanas— se ha vuelto un camino espinoso, con algunos avances, pero más lento de lo que el presidente Gustavo Petro había anticipado.

El gobierno ha parecido percatarse de que se requerían cambios en la estrategia y a fines de noviembre renovó la jefatura del Comisionado de Paz, responsable de todos los diálogos. Salió Danilo Rueda y lo reemplazó Otty Patiño, quien conoce el conflicto como cofundador de la extinta guerrilla M-19 —a la que también perteneció Petro— y la paz como firmante del acuerdo que acabó con esa insurgencia en 1990.

El cambio de mando se dio cuando ambas mesas de diálogo atravesaban una crisis.

El diálogo con el ELN se congeló temporalmente tras el secuestro de los padres del futbolista Luis Díaz, del seleccionado colombiano y el club inglés Liverpool, a fines de octubre. La madre recuperó la libertad el mismo día y el padre 12 días después.

Alejo Vargas, director del Centro de Pensamiento y Seguimiento del Diálogo de Paz en la Universidad Nacional, consideró que con esos secuestros el ELN cometió un “error de marca mayor” y estuvo parcialmente en desventaja para negociar con el gobierno.

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