Panamá, una auténtica mezcla de deseos y aspiraciones, ha vivido momentos de profunda tensión social en los recientes años que se han manifestado en cierres de calles y huelgas. Las demandas, aunque variadas, convergieron en la expresión del sentir ciudadano ante problemáticas que impactan o diario.
Preocupa erosión económica en Panamá
La primera lección ineludible es el costo de la confrontación. Todos sabemos los millones de dólares en pérdidas económicas, afectando especialmente a los más vulnerables, a las pequeñas y medianas empresas, y a la imagen internacional de nuestro país. La incertidumbre económica erosiona la confianza y dificulta el progreso colectivo.
La segunda gran enseñanza es el valor del diálogo genuino y la escucha activa. Las protestas son, a menudo, la voz de quienes no se sienten escuchados. Los canales de comunicación efectivos y respetuosos entre los diversos actores de la sociedad, incluyendo el gobierno, los gremios, la empresa privada y la ciudadanía en general son esenciales para que la conexión sea transparente y orientada a la búsqueda de soluciones sostenibles.
Pero todo ese arroz con mango que explotó en 2022 y en 2023, parece que en poco o en nada fortaleció nuestra empatía y comprensión mutua. Explicar y comunicar una y otra vez los beneficios de la Ley 462, por ejemplo, de la Caja de Seguro Social (CSS) ayudaría a entender el impacto que las decisiones y las políticas tienen en la vida de los demás y es crucial para construir puentes, como diría el reciente desaparecido papa francisco.
Urge diálogo nacional
El populismo, la 'post' verdad o el simple manejo antojadizo de los motivos detrás de algunas protestas impiden fomentar espacios donde la voz de todos los panameños sea tomada en cuenta en la toma de decisiones. Fortalecer las consultas públicas, ir a la asamblea de diputados, los cabildos abiertos y otras herramientas de participación pueden regalarnos verdaderos ejercicios democráticos que nos enseñen a disentir con respeto, y con intención de mejorar.
Los eventos de 2022 y 2023 nos recuerdan la importancia de construir una identidad nacional basada en la colaboración y el bien común. Enfocarnos en los desafíos compartidos y trabajar juntos para superarlos fortalecerá el tejido social. La cohesión no se impone, se construye día a día a través del respeto, la empatía y la búsqueda conjunta de un futuro mejor para todos los panameños. Eso sí, va a requerir de una tonelada de esfuerzo continuo, y dependerá eventualmente de cada uno de nosotros creernos nuestras verdades y transitar los momentos difíciles con enfoque en la prosperidad que todos merecemos: Unidad de un pueblo y no sólo de un gremio contra otro.