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El Brexit provoca un seísmo mundial y la caída de Cameron

Los británicos decidieron abandonar la Unión Europea, un seísmo que llevó al primer ministro David Cameron a anunciar este viernes su dimisión, sumió a los mercados en un agujero negro y hace temer un efecto dominó en Europa.

Los británicos votaron por un estrecho margen, 52%-48%, a favor de que el Reino Unido salga del club europeo del que formaba parte desde 1973. Pero inmediatamente los escoceses y norirlandeses se mostraron en desacuerdo y pidieron sendos referendos para decidir por su cuenta el futuro.

Los países fundadores de la UE anunciaron por su parte una reunión extraordinaria el sábado en Berlín, el preludio de lo que puede convertirse en una pugna diplomática con Londres de resultados impredecibles para todo el bloque.

España pidió inmediatamente una "soberanía compartida" sobre Gibraltar, un territorio que votó casi por unanimidad por quedarse en la UE.

El candidato republicano a la presidencia de Estados Unidos, en Escocia este viernes para inaugurar un campo de golf, dijo en cambio que el Brexit le parecía "fantástico".

Las bolsas caían en picado, la libra esterlina marcaba sus peores registros de los últimos 30 años y los inversores compraban alocadamente deuda alemana, amenazando con una nueva crisis financiera a la maltrecha zona euro.

El Banco de Inglaterra se mostró dispuesto a inyectar inmediatamente 250.000 millones de libras esterlinas en liquidez.

Y mientras los banqueros centrales y los inversores internacionales intentaban capear el temporal, la primera víctima política fue el hombre que ideó el referéndum sobre la permanencia británica en la UE, el propio Cameron.

"No sería correcto que yo fuera el capitán que dirigiera al país" en la salida de la UE, dijo con rostro crispado el primer ministro delante de su residencia de Downing Street.

"Los británicos votaron a favor de abandonar la Unión Europea y hay que respetar su voluntad", añadió.

"Creo que es el nuevo primer ministro el que tiene que tomar la decisión de activar el Artículo 50" del Tratado europeo de Lisboa, el que abrirá el periodo de negociaciones para la ruptura.

Cameron defendió haber convocado este referéndum, el segundo en la tortuosa relación entre el Reino Unido y la UE. Los británicos votaron "sí" a la aventura europea en 1975.

"Tenemos una democracia parlamentaria", afirmó Cameron, "pero hay momentos en que lo correcto es consultar a la gente".

Esa consulta le pasó una factura carísima a su Partido Conservador, dividido hasta la médula, y al opositor Partido Laborista, que también hizo campaña por el "sí" a la UE.

Los ganadores no perdieron el tiempo.

"Ahora necesitamos un gobierno Brexit", declaró uno de los líderes de esta jugada histórica, Nigel Farage, el jefe del minúsculo Partido de la Independencia del Reino Unido, con un solo diputado en la Cámara de los Comunes.

Farage, que logró encender la campaña con un discurso duro y antiinmigrante, pidió que el 23 de junio sea declarado "Día de la Independencia".

Cameron dijo que estaba dispuesto a permanecer en el cargo hasta octubre, cuando el Partido Conservador celebre su congreso.

Nunca en la historia de la UE un país había votado para abandonar ese proyecto que nació en los años 1950, de las cenizas de la Segunda Guerra Mundial.

Los cancilleres alemán, francés, holandés, italiano, belga y luxemburgués anunciaron una reunión de urgencia en Berlín.

"Soy totalmente consciente de cuán serio, dramático es este momento. (...) Es un momento histórico, pero ciertamente no es un momento para reacciones histéricas", declaró el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk.

No habrá vacio jurídico mientras el Reino Unido negocia cómo abandonar el bloque, insistió.

La negociación, según los tratados europeos, puede llevar dos años como máximo, a partir del momento en que un miembro los denuncia.

Transcurridos esos dos años, el divorcio debe consumarse, sean cuáles sean los desacuerdos aún existentes.

En juego está el estatuto legal de millones de trabajadores europeos en el Reino Unido, de centenares de miles de jubilados británicos en países como España, Francia o Portugal.

Escocia, donde ganó la permanencia, ve su futuro como "parte de la UE", reaccionó Nicola Sturgeon, la jefa del gobierno regional escocés.

El Sinn Fein, por su parte, también reclamó un referéndum en Ulster, para unirse a Irlanda. En Irlanda del Norte también ganó el sí a la UE.

Las reacciones se sucedían en cadena en toda la región. La líder del Frente Nacional francés, Marine Le Pen, pidió también un referéndum en Francia, y lo mismo hizo su colega holandés, el ultraderechista Geert Wilders.

El histórico referéndum mostró una brecha insalvable entre regiones, generaciones y clases sociales británicas. Las ciudades votaron mayoritariamente por el "sí", las zonas rurales por la salida. Los jóvenes estaban dispuestos a mantenerse dentro de un bloque que les da libertad de movimiento, los ancianos en cambio sólo veían una invasión de inmigrantes, 300.000 al año, que hay que atajar cuanto antes.

Motivo de alegría para muchos pero un portazo que mortifica a Europa y a los partidarios del bloque. "¡Un jodido desastre!", en palabras de un corredor de bolsa.

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