En un rincón de un bosque, cerca de la ribera del canal interoceánico de Panamá, dos monos araña colorados usan su cola para balancearse ágilmente en un amplio recinto.
Los animales son revisados para determinar su condición de salud y si requieren tratamiento. Una vez recuperados comienzan la ardua y compleja tarea de rehabilitación con la esperanza de que algún día puedan retornar a su hábitat natural.
Al albergue llegan animales decomisados por las autoridades a personas que los tenían como mascotas o para la venta sin autorización, rescatados tras quedar huérfanos o víctimas de atropello, electrocución, enfermedades, intoxicación y ataques de otros animales.
El Ministerio de Ambiente informó que durante la pandemia se intensificó la llegada de animales, lo que obligó a las autoridades a acondicionar la infraestructura para albergarlos.
“Las personas no entienden que no pueden estar comprando un animal de fauna silvestre a una persona que no tiene la autorización para comercializarlo”, dijo a The Associated Press Felipe Cruz, asesor sobre delitos ambientales en el ministerio.
La legislación panameña plantea restricciones específicas a la tenencia de animales silvestres. El Ministerio de Ambiente sólo otorga permisos para la tenencia de fauna silvestre a zoológicos, criaderos comunitarios o para la elaboración y el consumo de proteínas de especies como el venado, el conejo pintado y las iguanas, siempre y cuando la especie no esté en peligro de extinción.
A la tenencia irresponsable se suman, como en muchas partes del planeta, la pérdida de hábitats naturales por el incremento de las fronteras agrícolas, los proyectos hidroeléctricos, la minería, el desarrollo urbano y el cambio climático. Aunque el tráfico de especies silvestres no es la principal causa de pérdida de ejemplares sí constituye una preocupación para las autoridades.
De acuerdo con estadísticas del Ministerio Público en 2019 se reportaron 34 casos de tráfico de especies silvestres, en 2021 fueron 18 casos y hasta septiembre de este año se han contabilizado 19. En cuanto al delito de extracción de recursos o especies de la vida silvestre protegidas o en peligro de extinción se reportaron 22 en el 2019, 17 el año pasado y 14 hasta septiembre de este año.
Los monos araña rojo que están en el albergue -y que antes de ser decomisados eran mascotas- llevan más de ocho meses en el recinto y todavía pasarán algún tiempo más en rehabilitación, explicó Erick Núñez, jefe nacional de Biodiversidad del Ministerio de Ambiente.
“Son animales que están acostumbrados mucho a la presencia humana, aquí nosotros le colocamos el alimento a través de una ventana, el contacto con nosotros es muy escaso” a menos que haya que suministrarle un tratamiento médico, apuntó.
Agregó que “los primates una vez que están con las personas se adaptan muy bien a vivir en el entorno del hogar, pero luego rehabilitar un mono que ha sido mascota es un problema muy grande”, subrayó Núñez. Cuando el animal se acostumbra al ser humano, es muy difícil eliminar ese aprendizaje.
Los primates están entre los animales que más recibe el ministerio y aunque hay varias especies en Panamá, los que más llegan son los monos araña, los monos cara blanca, los tití y, en menor porción, los aulladores.
Uno de los mayores problemas de salud que presentan los animales que fueron mantenidos como mascotas es que en general han recibido una dieta inadecuada. Ello les puede ocasionar malformaciones en los huesos y problemas metabólicos. El proceso de adaptación se le da una dieta similar a lo que consumen en el medio silvestre pero que puede variar por individuo.
A los monos araña colorados se les da una mezcla de frutas que se adquieren en los comercios frutas silvestres como jobos y hojas tiernas que los biólogos recolectan en el bosque. Cuando se acerca el momento de la liberación se van eliminando las frutas que ellos no podrán encontrar en el medio silvestre. En su hábitat natural los monos araña colorados también depredan nidos de aves y se comen los huevos.
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Además de los primates, se reciben con frecuencia felinos como ocelotes, tigrillos y yaguarundíes. También animales de lento desplazamiento que han sido atropellados en las carreteras como osos hormigueros, zarigüeyas y perezosos. Entre las aves hay crías de búhos y lechuzas que caen de los nidos y rapaces como halcones y gavilanes.
El sitio alberga entre 15 y 20 animales a la vez, pero la cantidad varía ya que con frecuencia ingresan ejemplares que sólo tienen heridas leves y que son devueltos rápidamente a su hábitat.
En una galería utilizada para la atención médico veterinaria, hay tucanes lesionados que no pueden volar y que una vez que hayan sanado serán trasladados a otros recintos más grandes para su rehabilitación. Uno de los tucanes es una cría pequeña que pasará al menos dos meses recibiendo atención y probablemente un año más en proceso de rehabilitación. También hay monos tití, uno de los cuales tiene la cola fracturada.
En el recinto de rehabilitación hay un zorro cangrejero, una especie típica de Sudamérica que en las últimas décadas ha ido invadiendo territorios hacia el Norte. Una persona lo entregó a las autoridades por temor a que muriera tras hallarlo solo en el bosque. El animal tiene probablemente entre cinco y seis meses y los biólogos esperarán un par de meses más antes de liberarlo.
También hay una cría juvenil ocelote -al que en Panamá se lo conoce como manigordo-. “Desafortunadamente la gente lo tiene también como mascota, lo trajeron de Darién cuando tenía apenas 23 semanas de nacido muy, muy pequeñito. Gracias a Dios logramos que comiera porque es crucial que se alimente a esa edad”.