La vida en Puerto Príncipe, Haití, se ha convertido en un juego de supervivencia que empuja a los haitianos a nuevos límites al tratar de mantenerse seguros y con vida mientras las pandillas abruman a la policía y el gobierno permanece mayoritariamente ausente.
Los teléfonos suenan a menudo con alertas que informan de disparos, secuestros y tiroteos mortales, y algunos supermercados tienen tantos guardias armados que parecen pequeñas comisarías de policía.
Los ataques de las pandillas solían ocurrir sólo en ciertas zonas, pero ahora pueden suceder en cualquier lugar y en cualquier momento. Quedarse al interior no garantiza la seguridad: un hombre que jugaba con su hija en casa recibió un disparo en la espalda de una bala perdida. Otros han sido asesinados.
Las escuelas y gasolineras están cerradas y el combustible en el mercado negro se vende a 9 dólares el galón, alrededor de tres veces el precio oficial. Los bancos han prohibido a los clientes retirar más de 100 dólares al día, y los cheques que antes tardaban tres días en liquidarse ahora tardan un mes o más. Los agentes de policía tienen que esperar semanas para recibir su pago.
Las pandillas que dominan alrededor del 80% de Puerto Príncipe lanzaron ataques coordinados el 29 de febrero contra infraestructura estatal crítica: Incendiaron comisarías, dispararon contra el aeropuerto e irrumpieron en las dos prisiones más grandes de Haití y liberaron a más de 4.000 reclusos.
En ese momento, el primer ministro Ariel Henry visitaba Kenia para impulsar el despliegue de una fuerza policial respaldada por la ONU. Henry sigue sin poder regresar a Haití, y un consejo presidencial de transición encargado de seleccionar al próximo primer ministro y gabinete del país podría prestar juramento esta misma semana. Henry se ha comprometido a dimitir una vez que se instale un nuevo líder.
Pocos creen que eso pondrá fin a la crisis. No son sólo las pandillas las que desatan la violencia: los haitianos han adoptado un movimiento de autodefensa conocido como “bwa kale”, que ha matado a varios cientos de presuntos pandilleros o sus asociados.
Más de 95.000 personas han huido de Puerto Príncipe tan sólo en un mes mientras las pandillas saquean comunidades, incendian casas y matan a personas en territorios controlados por sus rivales.
La Unión Europea anunció la semana pasada la creación de un puente aéreo humanitario desde el país centroamericano de Panamá hasta Haití. Cinco vuelos aterrizaron en la ciudad norteña de Cap-Haïtien, sede del único aeropuerto en operaciones de Haití, con 62 toneladas de medicamentos, agua, equipo para refugios de emergencia y otros suministros esenciales.
Pero no hay garantía de que los artículos lleguen a quienes más los necesitan. Muchos haitianos siguen atrapados en sus hogares sin la posibilidad de comprar o buscar comida en medio de las balas.
Los grupos de ayuda dicen que casi 2 millones de haitianos están al borde de la hambruna, más de 600.000 de ellos niños.
No obstante, la gente encuentra formas de sobrevivir.
De regreso en el vecindario donde los residentes instalan una barricada metálica, saltan chispas cuando un hombre corta metal mientras otros palean y mezclan cemento. Van muy avanzados y esperan terminar el proyecto pronto.
Otros se muestran escépticos y citan informes de bandas que saltan a palas cargadoras y otros equipos pesados para derribar comisarías y, más recientemente, barricadas metálicas.