El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, y el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva se enfrentaron el viernes en un último debate electoral antes del balotaje del domingo, centrado principalmente en las dificultades económicas.
Una vez más, Da Silva, que lidera las encuestas en su intento por regresar al cargo que ya ocupó entre 2003 y 2010, prometió aumentar el gasto en los pobres, aunque no esbozó un plan concreto para lograrlo.
Además, destacó que el gobierno de Bolsonaro no ha elevado el salario mínimo para ajustarlo a la inflación.
Bolsonaro prometió rápidamente elevar el salario mínimo de los 229 dólares mensuales actuales a 265 el próximo año, algo que no está contemplado en la propuesta de presupuesto para 2023 que envió al Congreso. La desaceleración económica que acompañó a la pandemia del coronavirus ha impedido el incremento, pero destacó la consolidación de la actividad económica.
“Lo hicimos mejor de lo que lo habría hecho usted”, dijo el presidente a su rival. “Estamos listos para despegar. Ahora tenemos una de las mejores economías del mundo”.
Es probable que el último debate de la campaña no vaya a cambiar el sentido del voto de muchos de los electores, afirmó Mario Sérgio Lima, analista de Brasil para Medley Global Advisors.
“Bolsonaro necesitaba lograr una gran victoria (...) No le fue muy bien entre los grupos de discusión de votantes indecisos ni en las menciones en internet”, dijo Lima refiriéndose a los sondeos publicados online en tiempo real por las encuestadoras. “Ahora, depende de los videos editados que ambas campañas crearán para energizar a sus partidarios”.
En un momento dado, Bolsonaro afirmó que “todo el sistema está contra mí”. Por momentos parecía nervioso y da Silva, más conocido como Lula, llamó varias veces la atención sobre el comportamiento del mandatario, diciendo que no era propio de su cargo.
Bolsonaro y Lula solo habían mantenido un cara a cara electoral previo, a principios de mes, y ambos tuvieron el mismo formato: los candidatos disponían de un banco de tiempo que podían gastar a su antojo, bien dirigiéndose al electorado o bien planteando preguntas a su rival.
Este debate supuso un cambio con respecto al anterior, cuando Lula se centró en la ampliamente criticada gestión de Bolsonaro durante la pandemia, que dejó más de 680.000 muertos en el país, y Bolsonaro hizo hincapié en las investigaciones por corrupción que empañaron a su oponente y a su formación, el Partido de los Trabajadores. Ambos volvieron a plantear esas cuestiones el viernes, aunque no se detuvieron tanto en ellas.
Lula trató repetidamente de presentar al gobierno de Bolsonaro como aislado en el panorama internacional, destacando la escasez de visitas de Estado y de aliados en el extranjero. Por su parte, el presidente afirmó que su viaje a Rusia garantizó el suministro de fertilizantes antes de la invasión rusa de Ucrania, lo que ayudó a la industria agrícola brasileña, y añadió que Oriente Medio lo recibe “con los brazos abiertos”.
En su alegato final, Bolsonaro dio las gracias a dios por haberle salvado la vida tras ser apuñalado durante la campaña presidencial de 2018 e invocó su fe en un llamado a los votantes religiosos. Durante el debate, lanzó los brazos al aire para pronunciar su lema: “¡Dios! ¡País! ¡Familia!”.
El momento más tenso de la noche se produjo cuando Bolsonaro pidió a Lula que se pusiese a su lado mientras respondía una pregunta. “Quédate aquí, hombre”, afirmó el mandatario.
El expresidente respondió diciendo “No quiero estar cerca de ti” y le dio la espalda.