Con una catástrofe social en ciernes, las organizaciones humanitarias buscan continuar sus operaciones en Afganistán, un país devastado por la guerra, y mantienen conversaciones con los talibanes para proseguir su asistencia vital. Desde antes de la ofensiva relámpago de los talibanes que depuso el 15 de agosto al gobierno apoyado por Occidente, Afganistán dependía fuertemente de la ayuda externa, y 40% de su PIB venía del financiamiento internacional.
Golpeado por décadas de guerra, el país también se enfrenta a una prolongada sequía, y la pandemia del coronavirus se convirtió en una nueva carga para su deficiente sistema de salud.
El asalto talibán provocó un éxodo dentro y fuera de las fronteras del país. Según el Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (Acnur), más de medio millón de afganos han sido desplazados dentro del país este año.
Y con las sanciones occidentales contra los talibanes, obtener ayuda para el país se volvió más difícil que nunca.
- Personal femenino -
Los talibanes se comprometieron a hacer un gobierno más tolerante que la primera vez que ocuparon el poder, de 1996 a 2001, pero no está claro si las organizaciones de ayuda podrán operar con libertad y seguridad.
Varias organizaciones de socorro confirmaron a AFP que están en conversaciones con los talibanes para continuar sus operaciones o han recibido garantías de seguridad para sus programas existentes.
"En todas las instancias nos han pedido continuar trabajando", dijo Michelle Delaney, portavoz del Consejo Noruego de Refugiados.
Dado el deplorable historial de los talibanes con los derechos de mujeres y niñas, los trabajadores de ayuda y la ONU han buscado garantías de que podrán continuar sus programas dirigidos a mujeres y mantener el personal femenino.
Pero aún no está claro cómo se traducirá en los hechos el compromiso talibán de hacer un gobierno más moderado.
Más de una decena de trabajadores humanitarios dijeron este año a AFP que los talibanes les exigieron poner fin a los proyectos dirigidos a la independencia de las mujeres e impidieron la entrada de personal femenino a los territorios bajo su control.
"Todo el mundo se pregunta qué va a pasar", dijo Marianne O'Grady, subdirectora nacional CARE Afganistán, que trabaja con derechos de mujeres y niñas.
Hasta ahora, el trabajo de su organización en el país ha continuado sin obstáculos.
- Mandato peligroso -
Afganistán ha sido uno de los países más peligrosos para los trabajadores de ayuda.
Un ataque aéreo estadounidense mató en 2015 a 42 personas, incluyendo a 14 trabajadores de salud, y destruyó una clínica de Médicos Sin Fronteras (MSF) en Kunduz, norte.
Otros 10 murieron en junio a manos del grupo yihadista Estado Islámico cuando limpiaban minas al norte de Kabul para la organización británica The Halo Trust.
Pero el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) y otras entidades acostumbradas a trabajar en partes de Afganistán con mucho tiempo bajo control talibán, dicen que no tienen planes de reducir su presencia.
"Los cambios en Afganistán no han modificado nuestra relación (con los talibanes) y la situación actual no cambia nuestra forma de operar", dijo el portavoz del CICR, Florian Seriex.
Sin embargo, entre las 122.000 personas evacuadas en un gigantesco operativo encabezado por Estados Unidos que concluyó el lunes, había trabajadores de ayuda, y dado que el aeropuerto de Kabul está momentáneamente cerrado, será imposible desplazar a gente que los sustituya.
"Organizar vuelos es bastante difícil en este momento", dijo a AFP el representante local de MSF, Filipe Rebeiro.
- Emergencias a la vista -
Para agravar las cosas, se vislumbra una importante falta de equipos médicos, advirtió Rebeiro, lo que amenaza los esfuerzos para contener la pandemia del coronavirus.
Solo 1% de la población afgana estaba plenamente vacunada contra el covid-19 en agosto, según cifras recopiladas por AFP.
Además, varios grupos de ayuda dijeron a AFP que la falta de liquidez provocada por el congelamiento en Washington de fondos del Banco Central afgano provocó la suspensión del pago de salarios a los funcionarios.
La reanudación de la ayuda internacional depende de que el régimen talibán sea reconocido, y varios trabajadores asistenciales expresaron su preocupación de que las sanciones occidentales frenen el flujo de recursos.
"Lo que todos estamos enfrentando es la pregunta de qué futuro tendrá la ayuda humanitaria dirigida a este país", declaró O'Grady, de CARE.