Bajo el cielo azul de Gardez, en el este de Afganistán, una autoridad de los talibanes preside la inauguración de una maternidad ante un público compuesto exclusivamente por hombres, pese a que esta clínica está gestionada por mujeres y sólo atiende a mujeres.
El centro, inaugurado por la oenegé Norwegian Afghanistan Committee (NAC) en esta pequeña ciudad, ayudará a "muchas de nuestras hermanas que viven en zonas aisladas", explica a la AFP su directora, Nasrin Oryajil.
La oenegé noruega abrirá clínicas similares en otras cuatro provincias de Afganistán, un país donde cada dos horas una mujer muere durante el parto, según la ONU.
Las últimas cifras de la Organización Mundial de la Salud (OMS) reportan que la mortalidad materna es de 638 mujeres por cada 100.000 nacidos vivos, frente a 12 en los países de ingresos altos.
Y esta cifra oculta las enormes disparidades entre ciudades y las zonas rurales. "En las zonas remotas, se llega a 5.000 muertes" por cada 100.000 nacimientos, asegura Terje Watterdal, director del NAC.
"Mi madre murió en el parto"
La maternidad de Gardez huele a pintura fresca y tiene una farmacia y un laboratorio nuevos y está concebida para atender hasta diez partos diarios.
"Nuestros servicios son gratuitos", añade Momina Kohistani, jefa del equipo de matronas.
Las lágrimas resbalan sobre sus mejillas al contar su historia. "Mi madre murió en un parto cuando yo tenía tres años", murmura.
Antes del regreso al poder de los talibanes, en agosto de 2021, "en algunos distritos, las mujeres debían atravesar las líneas del frente para ir al hospital, así que esto es un cambio positivo", explica Watterdal.
Los talibanes "quieren eliminar los equipos médicos móviles" que acuden donde están las pacientes "porque no pueden controlar los mensajes que les dan", especialmente en relación a la anticoncepción, cuenta.
Filipe Ribeiro, director de Médicos Sin Fronteras (MSF) en Afganistán, señala que "el acceso a cuidados prenatales y postnatales para las mujeres son aún más complicados actualmente".
Esto se debe "a la vez a las medidas tomadas por los talibanes" contra las mujeres, cada vez más confinadas en sus hogares, "pero también a los fallos del sistema de salud: el apoyo estructural de los donantes extranjeros se desplomó".
El ministerio afgano de Salud no respondió a las peticiones de comentarios de la AFP.
Partos en casa
Para la doctora Noor Janum Ahmadzai, coordinadora de salud de la oenegé Terre des Hommes (Tierra de hombres) en la capital Kabul, el deterioro del sistema de salud hace que los partos sean cada vez más peligrosos.
En un hospital público donde las matronas están desbordadas y tienen salarios bajos, las parturientas deben llevar sus propios medicamentos. Un parto cuesta unos 2.000 afganis (unos 28 dólares), una suma alta en este país.
Pese a los riesgos, "las mujeres que antes iban al hospital, ahora prefieren dar a luz en casa por falta de dinero", relata la doctora.
Cerca del 40% de las afganas dan a luz en sus hogares y esta cifra llega al 80% en zonas remotas.
En muchos casos los maridos y sus familias rechazan que la mujer sea hospitalizada, o la embarazada se avergüenza de exponer su cuerpo.
A 250 kilómetros al sur de Kabul, la oenegé MSF atiende 20.000 partos por año en la ciudad de Jost, es decir el 47% del total de los partos en la provincia del mismo nombre.
Este centro, que cuenta con un centenar de matronas, es poco común en Afganistán. Allí, Zubaida, cansada tras dar a luz el día anterior, todavía se recupera del parto.
Su bebé duerme en una cuna de hierro con la pintura descascarada, con los ojos cubiertos de kohl, un maquillaje que se cree que ahuyenta los males.
En esta provincia ultraconservadora, MSF recibe a muchas mujeres que nunca tuvieron un seguimiento de su embarazo.
Decimocuarto embarazo
"Nuestra misión es salvar vidas", explica Therese Tuyisabingere, deja del equipo de parteras de MSF en Jost.
"Pero muchas veces las mujeres llegan demasiado tarde, desde lejos. Dieron a luz en casa y tienen hemorragias graves", añade esta ruandesa.
Los embarazos múltiples, las cesáreas o haber sufrido varios abortos espontáneos incrementan el riesgo de muerte.
Islam Bibi, que tiene 38 años y ya tiene seis hijos, dio a luz a trillizos el día anterior.
Con voz apagada, explica que forma parte de los refugiados afganos expulsados de Pakistán.
"En Afganistán se valora tanto tener hijos que muchas mujeres se someten a tratamientos para estimular su fertilidad", explica la doctora Allekotte, que hace poco atendió a una mujer en su decimocuarto embarazo.
"Tenemos muchos mellizos aquí", afirma.