En el tradicional consumismo que regula nuestras vidas, tenemos una fascinación con ponerle un valor monetario a todo y quizás la educación no escapa esta costumbre. Pero hay una enorme diferencia entre el precio de algo y el valor que eso tiene. En lo que concierne a la educación, el economista Carlos Araúz, considera que su valor va mucho más allá de un porcentaje del PIB de un país, o del impacto que una preparación académica o técnica, tendrán en el desempeño profesional de una persona.
¿Existen ejemplos donde valores enseñados y aprendidos establecen una norma de funcionamiento? Araúz comentó que existen muchos.
En Nueva Zelanda, por ejemplo, existen recurrentes y permanentes referencias a los pueblos originarios que inicialmente ocuparon esos territorios. Esas primeras migraciones que nacieron en las islas del sur de la Polinesia, se honran y se respetan hoy día no sólo en actos cívicos o protocolares sino en cada movimiento que el ciudadano realiza. El financista dijo que hay mensajes en paradas de buses, en comercios, en restaurantes sobre el respeto que estas operaciones comerciales tienen hacia los ancestros que fueron colonizados.
El experto analizó que hemos fallado como país en proveer las herramientas necesarias, para que nuestros jóvenes estén preparados para encarar desafíos profesionales. Esa es una culpa que compartimos muchos, incluyendo a gobernantes, dirigentes magisteriales y líderes de núcleos familiares, que no hemos sabido comprender que el valor de la educación, no sólo se mide en las pruebas de competencia académica, sino también en el acervo cultural, social, político e histórico de un país.
Para algunos serán tonterías pero es innegable que pilares de ciertos modelos de negocios dependen de la educación de sus usuarios. Araúz hizo referencia a las aerolíneas en Asia, las cuales establecen un máximo de peso por cada pieza de equipaje y habilitan básculas previo a las filas de entrega de maletas para que cada ciudadano determine el peso. "A nadie se le ocurre jugar vivo para ganarle un par de libras a la aerolínea y pasar la vergüenza pública. Un pueblo culto entiende el porqué de las normas, las aplica y las lleva a la práctica para el bienestar común y, en el proceso, va extirpando la corrupción", enfatizó Araúz.
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Para terminar, el economista se cuestiona, ¿cómo podemos pretender que normas de economía circular funcionen en un país, que no enseña desde muy temprana edad la relevancia financiera del agua? El experto dijo en Conexión Financiera, que nuestras escuelas deberían estar rodeadas de iniciativas, que inculquen conductas y comportamientos que a veces son difíciles de medir en las pruebas PISA.
Las grandes naciones honran a los veteranos caídos en guerras y entienden el bienestar que generan los jardines botánicos en medio de las ciudades. "En Panamá, el 9 de enero es una buena excusa para ir a la playa y seguimos talando árboles en barrios como Marbella y Bella Vista". El economista terminó considerando que seguimos menospreciando el valor de la educación, inexorablemente condenándonos al fracaso, no en pruebas internacionales sino como pueblo y como nación.





