Por varios lustros, la economía China abrazó un nuevo modelo con gran cariño, registrando crecimiento económico con dobles dígitos y al mismo tiempo convirtiendo una sociedad agrícola en un cohete capitalista.
Hoy hay más de 800 proyectos sin completar, liderados por Evergrande en 200 ciudades de China. No hay claridad de cómo 300 mil millones de dólares en deuda (6 veces el Producto Interno Bruto de Panamá) serán repagados. Y la posible desaparición de esta empresa es mucho más que el replanteamiento de una gestión comercial.
Es un momento como el que muchos vivimos cuando nos enteramos de la desaparición en un día de Lehman Brother. Parece que nos cuesta aprender de lecciones del pasado.
El nivel de endeudamiento privado en Panamá a veces preocupa más que el nivel público. Hemos vivido años de bonanza extrema con tasas de interés bastante bajas. Así como China está sufriendo transformaciones críticas como la desafiliación estatal con empresas como Evergrande, la pandemia ha hecho evidente que el cliché "cambio de paradigma" aplica a Panamá más que nunca donde la deuda no puede, no debe seguir su incansable trote hacia niveles jamás antes vistos mientras continuamos dejando a gente atrás en el camino hacia el progreso social.
Con el vencimiento de la moratoria bancaria la semana pasada y la reactivación de contratos suspendidos hacia noviembre 1ero, lo que nos queda es evaluar de lleno las aristas que harán de Panamá un lugar distinto donde los recursos sean utilizados sabiamente, donde se invite a inversionistas a avanzar capital con tranquilidad y certeza.
Donde técnicos y profesionales surjan, deuda y poder: receta trágica en China, una que se puede repetir en Panamá dejando pérdidas que tomarán décadas en recuperarse.