Una crisis energética está a la puertas. Asociamos el momento de encender un interruptor con la creación de luz. Es un acto consecuente, lógico y automáticamente esperado. ¿Qué pasa cuándo prendemos el famoso “switch" y no hay luz?
La transición a energías limpias y renovables no es fácil y hay una enorme presión sobre los líderes de las más industrializadas economías para que esto ocurre y rápido. Los costos políticos no son menores pero la inacción sería tanto más costosa considerando el impacto de no tener fuentes de energía para las industrias del mundo.
La demanda ha seguido creciendo por los derivados del carbón y del petróleo al ser estos sustitutos del gas natural y por ende los precios siguen subiendo de manera descontrolada. La preocupación estriba en que en algún momento no haya simplemente materia prima para cumplir con la demanda y los escenarios de apagones sean recurrentes.
Hemos ignorado por décadas el impacto de la mano del hombre en el devenir del medio ambiente. Ahora no solo es un tema de preservar ecosistemas o animales en vías de extensión. Los innegables cambios climáticos atentan hoy más que nunca contra la forma en la que vivimos. Los excesos del pasado sientan precedentes que podrían llevarnos literalmente a una oscuridad nunca antes vivida y si no nos mueve la evidencia científica a cambiar nuestro comportamiento a lo mejor el miedo a no gozar de comodidades, de alimentos frescos o de capacidad de movilización nos sacuda para confrontar la crisis energética que se aproxima.