Presupuesto general del Estado ¿para qué? En reciente conversación con un buen amigo que se mudó a Panamá en el año 2011 surgió el tema del crecimiento económico, lo mucho que ha cambiado la ciudad con sus pasos elevados, el metro y edificios lujosos. Fue difícil mantener el hilo de la conversación porque inevitablemente me dejé llevar por recuerdos, por la memoria traicionera que me transportó a los números de nuestro país y la evolución de la economía de Panamá en 10 años. El presupuesto general del Estado 2022, once años después de la llegada de mi amigo a Panamá, es poco más de $24 mil millones de balboas con los rubros de educación, seguridad, salud y justicia y orden publico recibiendo las mayores asignaciones monetarias. Saben cuánto era el presupuesto general del Estado hace once años? Unos 14 mil millones de balboas, es decir, $10 mil millones de dólares menos. El crecimiento económico es innegable pero por qué tenemos las mismas quejas en los mismos rubros de educación, salud y seguridad?
Es aquí donde entra una programación que vaya más allá de los planes quinquenales de cada partido que llega al poder. Y por ello la necesidad imperativa de encontrar en alguien o a varios quienes crean en la planificación como herramienta fundamental para asegurar que los fondos sean asignados a proyectos medibles y que a la vez en el tiempo podamos reflejar que se han encontrado soluciones a los problemas cotidianos que nos aquejan.
De seguir con la elaboración de un presupuesto general del Estado nacional de la forma en la que venimos haciéndolo pues dos cosas son casi seguras: el presupuesto general del Estado del año 2031 andará por $35 mil millones de balboas al menos y es muy probable que para ese entonces sigamos debatiendo sobre los ajustes que son necesarios al modelo educativo para competir, las modificaciones al sector salud y las necesarias mejoras a la seguridad nacional. Los mismos problemas solo que con más deuda y la impotencia por haber acariciado el sueño de un país más justo pero que nos rehusamos a cambiar. O peor aún: quizás se nos acaba el tiempo y no nos damos cuenta.