En Panamá los niños y adolescentes son ingresados a los albergues en forma injustificada. La pobreza, por ejemplo, es una razón para institucionalizar a un niño, cuando debería ser el Estado el interventor mediante ayudas temporales hasta estabilizar a la familia y contribuir a su salud mental.
La burocracia en Panamá, falta de recursos, personal de campo y administrativo, especialmente en las sedes regionales de la institución, son las causantes de este letargo. A solicitud del Ministerio de Desarrollo Social (Mides) en Panamá, Matilde Luna, directora de la Red Latinoamericana de Acogimiento Familiar (Relaf), hizo una gira por 50 de los 51 albergues del país que alojan a mil niños y adolescentes actualmente. Sus hallazgos coinciden con la investigación que publicó este medio, “Albergues: La crisis por dentro”.
¿Cuáles son las consecuencias para un niño o adolescente de vivir en un albergue por años, en qué se transforma esa persona?
Te voy a decir, en este momento hay una situación de cuestiones de salud mental de los niños y adolescentes que hace mucho están en albergues, están entrando en crisis por salud mental. Lamentablemente están cayendo en una situación de medicación, afectando su salud mental. Les dan medicinas para calmarlos y superar su crisis. Esa situación en Panamá y los albergues es un deterioro enorme en su salud mental por haber pasado muchos años sin un vínculo, sin el afecto, sin el cariño. No queremos estigmatizarlos, sino hacer ver que estas criaturas están pasando por una gran injusticia y que el Estado panameño y la sociedad tienen que repararles la vida. Hay países de América Latina que ya hicieron el cambio, Panamá puede aprender de ellos también.