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Zuckerberg y su larga marcha para que Facebook entre en China

Mark Zuckerberg no ha disimulado nunca su interés en que su buque insignia, Facebook, entre en China. En su reciente visita al país impartió un discurso en mandarín en una universidad de Pekín y dejó testimonio gráfico de su paso por el país en su "censurada" red social.

De espaldas y con la mirada fijada en los históricos guerreros de terracota de Xian, en el extremo oriental de la Ruta de la Seda, Zuckerberg describe el retrato en su cuenta de Facebook asegurando que es "impresionante ver la escala (de las figuras) en persona, como muchas de las cosas que hay en China".

Antes había colgado imágenes de su "footing" mañanero por la muralla de Xian y del discurso de unos veinte minutos que impartió en mandarín en la Universidad de Tsinghua el fin de semana en Pekín.

Todas las fotografías y comentarios son del mismo día en que ocurrieron (25 y 26 de octubre) por lo que fueron subidas a la red desde China, país que tiene censurado a Facebook -además de Google o Twitter-, al que solo se puede acceder a través de un servidor externo privado que, en teoría, no permite el Gobierno.

¿Fue un error de cálculo de Zuckerberg al no prever el posible enfado de las autoridades o una forma de decir que, quieran o no, Facebook ya está en China?

El caso es que el empresario estadounidense, cuya esposa, Priscilla Chan, es de origen chino, ha intentado numerosas tácticas para conseguir ganar una batalla que por su matrimonio tiene mucho de personal pero que, principalmente, le abriría las puertas a los más de 600 millones de internautas de la segunda economía mundial.

Su estudio del mandarín, que afirmó querer aprender para poder comunicarse con la parte de familia de Chan que no habla inglés, le ha ido abriendo puertas y le valió una charla en ese idioma con el presidente chino, Xi Jinping, cuando éste viajó a Estados Unidos el pasado septiembre.

Ese ansia por lograr que China levante el veto a Facebook no ha sido siempre visto con buenos ojos en EE.UU. o por los activistas chinos, quienes creen que la actitud de Zuckerberg es inadecuada ante un país que no solo impone, sino que aumenta, la censura en internet y otros sectores.

El ejemplo más flagrante para sus detractores fue cuando el billonario dejó cuidadosamente en la mesa de su oficina en la sede californiana de Facebook un ejemplo de "La Gobernanza de China", un libro promocional de Xi Jinping, ante la visita en 2014 de Lu Wei, el "zar" de internet chino y el responsable de la censura en la red.

"También he comprado copias para mis colegas", dijo entonces Zuckerberg a Lu, añadiendo que quería que "entiendan el socialismo con características chinas", según publicó entonces el periódico digital chino The Paper.

Unas estrategias que, de momento, no han surtido el efecto deseado, después de que Facebook lleve bloqueado en China desde 2009 y de que los otros intentos por penetrar en el mercado de la potencia asiáticas no hayan llegado a mejor puerto.

Además, el servicio de mensajería instantánea WhatsApp, adquirido por Facebook el pasado año, es visto por los usuarios chinos como un producto "claramente desfasado" y como un "feo y simple sistema de comunicación", según publicó la revista Foreign Policy hace meses.

Con poco más de 20 millones de adeptos entre la población china, WhatsApp está totalmente desbancado por WeChat, el servicio similar del gigante de internet chino Tencent, que cuenta con más de 450 millones de usuarios y que destaca por ser un híbrido del primero, Instagram y Twitter.

Así pues, aunque eventualmente Facebook lograra entrar en China oficialmente, solo o a través de un socio local, su éxito no está del todo garantizado, si bien podría aprovechar la caída de popularidad de su homólogo chino, Renren, frente al auge de Weibo, otra red social china más similar a Twitter.

"(Zuckerberg) está aquí, hablando mandarín... Es sólo una cuestión de tiempo que Facebook esté en China también", escribía el fin de semana un usuario de la red estrella en el país, Weibo.

Zuckerberg debe pensar lo mismo para mantener la energía con la que continuar su larga -y personal- marcha hacia la conquista de China.